lunes, 30 de septiembre de 2013

José Carlos Valverde Sánchez


“Fotografía Desenfocada” (Prólogo)

Y así sucedió todo, tal como él lo propuso. No dejó un fleco de su historia sin escribir, sin mencionar, sin dibujar. El flash de su cámara se encendería por última vez, quería llevarse aquel recuerdo, necesitaba presenciar su propia vida. ¡Y vaya si lo consiguió…!

El fotograma de su existencia quedó anclado en el último espacio que proyectaba la lúgubre y tenue luz de la sala, su cámara yacía inmortal sobre la fría y despreciable tapa del ataúd.  Era la última vez, y ellas lo sabían…

La luz tronó con sigilo, como un relámpago silencioso, una fotografía quedó guardada en el ínfimo rincón de la nostalgia, entre llantos y desesperanzas Francisca se acercó con firmeza al féretro para recoger la cámara.

-Desenfocada, ha salido desenfocada.

-Prueba de nuevo, quizás no la he configurado correctamente –contestó Elena.

-No, ya no me quedan fuerzas, falta poco para el amanecer, quiero acabar con todo esto cuanto antes, no…

-¿Y no cumplir el último deseo de papá? No, me niego a vivir con ese remordimiento. –interrumpió.

-¿Remordimiento? Hija mía, ¡tu padre nos engañó! ¿Qué clase de remordimientos crees que debo tener en cuenta? ¿Una estúpida foto? ¿Para qué? –Contestó limpiándose las lágrimas.

-Mamá, al menos intentémoslo por última vez… por favor, solo una vez más.

Elena se levantó taciturna del sofá de la habitación.  Agarró con fuerza las manos de su madre, la miró fijamente durante unos segundos y la abrazó con todo el amor de su corazón.

-Papá cometió un error, pero su marcha nos duele a todos, ha sido un buen padre, siempre fue un gran padre… ¿Le sigues amando verdad? –Susurró al oído.

Francisca agachó ruborizada la cabeza, mientras secaba nuevamente sus lágrimas miró con disimulo hacia la puerta de entrada. De repente una sombra acaparó su mirada, nerviosa se frotó rápidamente los ojos con el fin de recuperar la visión.

-Buenos días Francisca, buenos días señorita García…

-… Buenos días –contestó desorientada Elena.

-¿Quién es usted? –Preguntó Francisca.

-Soy el padre Darío, amigo y fiel confidente de José María García…

-Usted viene a dar la…

-No, no vengo a realizar la ceremonia  -interrumpió-. Lo que vengo a contaros no aparece en la Biblia, ni en ningún otro libro sagrado, vengo a contaros la verdad sobre José María…

-¿La verdad? ¿Qué clase de verdad? ¿Se refiere usted al verdadero camino hacia el señor? ¿A la purificación?

-Para nada señorita García, vengo…

-Elena padre, mi hija se llama Elena.

-Está bien, Elena… ¿Quieren ustedes saber la verdad? La verdadera historia de José María García Romero.

-Pero… ¿qué sabe usted sobre mi marido? Nunca lo he visto, ¿Qué quiere hacernos ver que no sepamos? Usted no sabe nada sobre nuestras vidas. ¿No vendrá a contarnos las típicas batallitas de la mili? Por el amor de Dios…

-Es cierto, jamás nos hemos visto, usted no sabe nada sobre mi vida ni yo tampoco de la suya, pero le diré una cosa… No es necesario que haga una segunda fotografía, él la quería desenfocada…

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